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Un antiguo bajo de carácter fabril en el barrio de Rufaza, en Valencia, cae en manos de la Pintora Rosa Artero. Se ilusiona con el espacio para poder trabajar en él, para poder vivir, ya que su vida es la pintura. Y a mí me enamora cuando me lo cuenta. Un espacio con mucho encanto, en un barrio precioso de Valencia, donde antes habia una fábrica de marroquinería.

El local tiene un sinfin de posibilidades, pero hay que ir acometiendo las inervenciones poco a poco, atendiendo al presupuesto, por Fases. Lo principal es pensar en el espacio desnudo, tal y como es, pero con un pavimento regular, ya que se encuentra muy deteriorado. También hay que actuar en las cubiertas ya que existen fitraciones de agua. El volumen en sí es perfecto, con unas cerchas vistas, gran altura, unos inmensos  lucernarios....poco había que hacer. Pero teníamos que integrar una zona de descanso para Rosa, una zona más íntima, más recogida, donde desarrollar su vida , sin desconectar con su Taller.

Para ello se retranquea una parte del cerramiento que da a un pequeño patio para hacerlo más amplio y así poder conseguir luz a un módulo que proyectamos pegado a una de las paredes medianeras. Este cuerpo nuevo pegado a la medianera dispone de dos alturas comunicadas con una escalera muy ligera de metal y tablero OSB. El cierre superior de este cuerpo ( donde está la zna de escritorio y dormitorio) lo componen unas lamas de gran formato móviles de tablero OSB. De esta forma, puede comunicar visualmente y tener una vista de su Taller diferente. 

La zona de Taller de pintura queda diáfana, dejando las cerchas vistas, se nivela el suelo con un mortero autonivelante con resinas y las istalaciones permanecen vistas como objetos de decoración. La zona de cocina también se pega a una de las paredes.